<p style="margin-bottom:11px"><span style="font-size:11pt"><span style="line-height:107%"><span style="font-family:Calibri,sans-serif"><span style="font-size:10.0pt"><span style="line-height:107%"><span style="font-family:"Arial",sans-serif">El Bar “La Morena II” hace más de 60 años que está en la esquina de Ángel Gallardo y Luis María Drago. Sus dueños solían ser españoles que tenían las propiedades aledañas al bar. Hoy lo manejan Gladys y Luis, hace 11 años compraron el fondo de comercio del bar. Ella es de Empedrado, Corrientes, y él mendocino. Luis fue gastronómico toda la vida, pero ya no trabaja más. Es Gladys Pelozo quien cocina y atiende el bar de lunes a lunes de corrido. Abre hasta los feriados, con excepción del 1° de mayo y las festividades cristianas. Hablo con Gladys mientras come unos fideos con salsa con una calma que sólo es propia de las personas que nacieron en el campo. Me cuenta que llegó a los 19 años a Lanús y le tenía miedo a todo: al tren, a la electricidad, a los autos. “Allá apenas pasaba un auto cada tanto”, me dice. En Empedrado trabajaba en la cosecha y criaba animales. Le pregunto por qué vino a Buenos Aires: ““Uno busca mejorar. El campo es para empeorar. El que tiene, tiene, y el que no, empeora. Allá hay que ser dueño de la tierra.” </span></span></span></span></span></span></p> <p style="margin-bottom:11px"><span style="font-size:11pt"><span style="line-height:107%"><span style="font-family:Calibri,sans-serif"><span style="font-size:10.0pt"><span style="line-height:107%"><span style="font-family:"Arial",sans-serif">Gladys arrancó trabajando en casas de familia cama adentro: primero cuidaba niños y luego trabajó con una maestra a la que le planchaba y cocinaba. Vive en Once y se levanta a las 6 de la mañana para abrir el bar. Me dice que es de poco dormir, aún mantiene el ritmo de la tierra. Me cuenta que de niña sólo hablaba guaraní hasta que a los 7 años empezó la escuela y aprendió castellano. Su tío, que tenía estudios secundarios, la ayudaba con el idioma. Sus ancestros eran guaraníes y longevos: la señora que crió a su padre usaba chiripá y su abuela vivió hasta a los 102 años. Le pregunto por qué el bar se llama “La morena” y riéndose me dice que porque son todas morenas. Hoy trabajan 4 personas en el bar, Andrés está hace 2 años y medio como mozo y los fines de semana la ayuda su hija. El horario fuerte es al mediodía y tiene todos platos a la carta. Gladys recomienda los ñoquis y canelones caseros, la carne al horno, el bife y la milanesa napolitana. También hace pollo al horno, matambre a la pizza y guisos en invierno. El flan y el budín son caseros.</span></span></span></span></span></span></p> <p style="margin-bottom:11px"><br /> <span style="font-size:11pt"><span style="line-height:107%"><span style="font-family:Calibri,sans-serif"><span style="font-size:10.0pt"><span style="line-height:107%"><span style="font-family:"Arial",sans-serif">Gladys habla suave mientras sonríe tímidamente. Come junto a sus nietos que juegan con el celular. Le pregunto qué le gustaría para el futuro del bar y me responde que hace unos años su nuevo sueño es tener una heladera para exhibir tortas y especialidades pasteleras. A unos metros, hay una señora y un señor almorzando que vienen casi todos los días. La mujer tiene un saco negro y un pañuelo con un moño en la cabeza. Parece aterrizada de una película de Tita Merello. Se despide de Gladys con un “riquísimos” y “hasta mañana”. Sale del plano y salgo yo también.</span></span></span></span></span></span></p>